Mi nombre es Chris Martinez, actualmente preso en el Centro de California Correctional Facility en Soledad, Ca.
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Escuche en audio el Testimonio de Chris Martinez:
Mi nombre es Chris. Yo crecí en una buen hogar con padres amparosos en el norte de Michigan, gruadado de la preparatoria en 1983 y estaba yendo a la Universidad de Northern Michigan, esperando ser un consejero y fisico-terapista de niños con discapacida. Yo nunca estuve en problemas con la ley y no esperaba estar nunca. La vida se veía buena para mí.
En la Universidad me uni a la casa de la fraternidad donde el consumo del alcohol y las drogas eran parte de la rutina diaria. A pesar de querer me enfocar en la escuela, yo escogí unirme a la fiesta diario por la presión de ser aceptado y por el placer. Por 1985 mis notas bajaron tanto que me di de baja.
Yo me movió a California y empece a trabajar en la construcción, haciendo buen dinero y capaz de conseguir un bonito apartamento. Yo me case y tuve dos hijos en 1988 y 189, y una hija en 1992. Durante esos años yo trabaje duro pero también tomaba mucho, y yo pensaba de mi mismo como un ciudadano respetuoso de la ley, pero una ley que no tome seriamente fue la ley en contra de manejar mi carro cuando estaba intoxicado. Mientras tanto la vida seguía y pasaron los años.
En Agosto 24 del 2004, celebramos el cumpleaños numero 15 de mi hijo mas pequeño. Tuvimos un hermoso día juntos como familia pequeña. Alrededor de las seis a la tarde, mi hijo pequeño pidió hablar conmigo en privado. Nosotros fuimos a la “ochera donde el se paro enfrente de mi, sus ojos vieron los míos, y con una voz suave el dijo: “Papa, por favor prometeme que vas a dejar de tomar.” Las palabras de mi hijo me llegaron profundamente. El aprovecho su cumpleaños como una ocasión para decirme algo que traía en su corazón. Sentí la convicción y le dije a el, “Esta bien, hijo. Después de esta noche, no tomare nunca mas.”
Esa noche yo tome con mis amigos hasta alrededor de las dos, y mis amigos se quedaron la noche. A las 8:30 nos levantamos y manejaba con mi Toyota 4-Runner, con mi mejor amigo en el asiento de atrás y su novia riding shotgun. Yo no me sentía borracho pero estaba crudo. Esa era mi condición cuando maneje a través de la autopista en es mañana asoleada de Agosto.
Yo estaba entrando a una intersección. Tres de las esquinas tenían campos abiertos con alto-rango de visibilidad, pero la esquina en mi derecha tenia un housing tract. Yo vi la luz cambiándose a amarilla y le pise al acelerador. Una madre de cuatro hijos acababa de dejar en la escuela a su nieto de cinco años. Ella regresaba a casa, quizás todavía oír en su mente la dulce voz de su nieto. Ella paso la intersección por mi derecha en luz verde cuando yo aceleraba a mas de 50 m”h. Yo no note que ella venia. Yo estaba solamente pensando en pasarme la luz amarilla. Ella matándola en el impacto.
Yo no recuerdo el choque, pero recuerdo que me dijeron que había matado a una mujer y que yo era un asesino. En ese tiempo yo no quería entender esto, perola verdades que cuando yo manejaba cuando estaba intoxicado mostraba muy poca preocupación por la seguridad de otros que yo merecía el cargo de asesinato.
La novia de mi amigo salio ilesa, pero mi amigo fue expulsado del carro y estu”o cerca de morir. Yo fui llevado a corte, y en un punto los hijos de la madre subieron al estrado para expresar como el matar a su madre les afecto a ellos. Uno de sus hijos me miro a los ojos y dijo, “Yo espero te pudras en el infierno”. Uno uno subieron al estrado mientras yo estaba ahí sentado avergonzado, sin poder regresar atrás y no haber hecho el horrible crimen que cometí. Yo fui sentenciado a prisión con cadena perpetua por matar la madre, mas otra cadena perpetua por ocasionar grave daño a mi amigo.
Mirando atrás mi vida, yo piense en la sabiduría que me ofrecieron pero rechase. Como resultado, ahora he estado en prisión por 13 años sin ver el final. Mi hijo mayor todavía rechaza hablar conmigo, mi hija creció sin su papa, y le quite a la familia de la madre por siempre el gozo y los imaginar la primera fiesta de cumpleaños de uno de sus nietos sin ella ahí…
Durante mis años disfrutando al alcohol yo no pensaba de mi mismo como un criminal. Yo me veía a mi mismo como un padre trabajador quien merecía tomar si yo escogía. Yo no quería creer que cada vez que manejaba cuando estaba borracho o cuando andaba crudo, yo convertía me vehículo en una arma mortal. Podría el final de mi historia ser el de tu historia también?
Después de llegar a la cárcel, pensé profundamente en mi historia y cómo las cosas salieron como lo hicieron. Me acordé de que mi padre me dijo un día cuando tenía veintiocho años: “Un hombre de verdad debería controlar su forma de beber”. Ahora, sentado en la cárcel y siendo responsable de la muerte de una persona inocente, sentí miedo, vergüenza e indefensión. Entonces, un día, leí un versículo en la Biblia, Filipenses 2:13, que dice: “Es Dios quien obra en ti tanto para querer como para hacer por su buena voluntad”. Eso me dio esperanza. Sabía que si realmente ponía mi fe en la palabra de Dios, sería capaz de ejercer el auto control y nunca volver a beber de fiesta. También aprendí a sentir la libertad de ser perdonado, y el empoderamiento para vivir con alegría y propósito incluso cuando mi vida duele. Sin Cristo, habría destruido mentalmente por la culpa y el deseo de beber.
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